La manera en que nos hacemos viejos ya no depende en su totalidad de la apariencia física. Ahora hay otras cosas que nos hacen sentir que envejecemos como la menopausia o la andropausia. -Aunque, ciertamente, es una cuestión muy relativa y particular de cada persona-. En 1960, por ejemplo, la gran mayoría de las mujeres se preocupaban por su apariencia, pero solo eran jóvenes las menores de 25; a las mayores de esta edad se les arrebataba el tan glorioso título convirtiéndolas en esposas y madres.
Hoy una mujer puede ser joven teniendo 50 y siendo esposa y madre. Los nuevos 30 son los nuevos 50 -dicen muchas mujeres-. Y hay mucho de cierto en la frase. Habrá quien llame vanidad tener 50 y quererse ver de 30; yo lo llamaré libertad a elegir, porque aceptar una edad no necesariamente tiene que ser aceptar las arrugas o las canas, ni casarte o tener hijos. Aceptar una edad es ser consciente de la madurez intelectual y emocional; es ser más sabio que ayer.
Hoy gracias a los avances en la medicina dermatológica, la tecnología y demás ciencias; mujeres y hombres tenemos la libertad de elegir qué reflejo queremos ver en el espejo. Y no se trata de llegar a los exceso en los procedimientos dermatológicos o las cirugías plásticas. Cuidarse, preocuparse y hacer algo para verse y sentirse mejor, en todos los aspectos de la vida, son solo consecuencia de amar quien somos y como somos, y querer amarnos aún más.
Dr. Gabriel Huerta Rivera