El verano nos alcanzó y con él, un sol radiante. Es difícil negarlo, el verano es, y ha sido por mucho tiempo, un fiel sinónimo de vacaciones, playa y actividades de ocio. Sus altas temperaturas nos invitan a realizar actividades al aire libre y a usar prendas ligeras, que nos proporcionen mayor comodidad y libertad; hora de decir: ¡adiós mangas largas y pantalones!
Pero no tan rápido. Antes de disfrutar del “calorcito”, una vuelta al espacio: resulta que durante el verano, la inclinación de la tierra hace que el hemisferio norte quede más expuesto a los rayos del sol a comparación de otras estaciones del año, lo que provoca que el sol brille más y la temperatura se vuelva más caliente conforme transcurren los días y hasta que la inclinación de la tierra comience otra vez a cambiar. Si a esto le sumamos el cambio climático con la afectación de la capa de ozono, seguro, nuestra piel ya empezó a sentir miedo, pues las radiaciones le destruyen dos fibras importantísimas: la elastina y el colágeno, las cuales son fundamentales para su estructura y su elasticidad. Sin embargo, te tienen a ti y solo tú eres responsable de cuidarla. Tanto la fotoprotección como la fotoeducación son fundamentales para mejorar nuestra calidad de vida y prevenir enfermedades de la piel. Hoy, el verano debe ser igual de divertido pero con mayor protección para tu piel.
Las páginas que estás por abrir, te harán testigo de la historia de Ana Rivera; una paciente que nos demuestra que querer es poder y que amar es cuidar. También te decimos de dónde vienen las várices y los lentigos solares, así como sus respectivos tratamientos. Y para darle un sabor de estupor, te presentamos la verdad del bicho imaginario más famoso de México, el arlomo.
Gracias a ti, éste es nuestro primer verano juntos y esperamos lo disfrutes tanto como nosotros preparando esta edición.
Dr. Gabriel Huerta Rivera