Hay pacientes que acuden a consulta médica con el diagnóstico a la mano: “Doctor, fíjese que me picó un arlomo“, afirmando que su abuelita ya corroboro lo que tanto temían. Situaciones como esta son muy comunes, a veces, algunos pacientes tienen la piel de la pierna hinchada, roja y caliente; y se trata de una infección bacteriana llama erisipela. Otros, llegan a sentir dolor e hinchazón en una mano, su piel se pone negra y termina por hacerse una llaga; en efecto, el paciente había recibido una picadura pero de una araña llamada violinista.
En una ocasión, llegó una joven con dos ampollas en el brazo y la piel enrojecida, más tarde, se tornaron en manchas de color oscuro que persistieron por dos meses. En su caso, sólo se trataba de inflamación, había estado en la playa, se impregno de limón y se había asoleado.
En otra ocasión, a su regreso del mar, a un paciente le salió un granito en el dorso de la pie, luego otro y entre ellos se formó un borde delgado que los conectaba. Y tampoco se trataba de una picadura de arlomo, resulta que se le había metido un parásito en la playa llamada larva migrans.
La enfermedad de la piel a la que con más frecuencia le asignan el título de picadura de arlomo es al herpes zoster, el cual consiste en la aparición de unas ampollas muy dolorosas, ubicadas en alguna parte del cuerpo, sobre todo, a la mitad del pecho. Las ampollas siguen un trayecto lineal, oblicuo y corresponden a una reactivación del virus de la varicela que se adquirió en la infancia y que ahora infecta sólo un nervio localizado.
Los habitantes de los pueblos le asignan el nombre de latigazo y muchos lo conocen coloquialmente como piquete de arlomo. Al ser lesiones muy fáciles de identificar, los ancianos con más experiencia de inmediato realizan el diagnóstico y les indica que deben encontrar un helecho “macho” y un helecho “hembra”, machacarlos y mezclarlos para hacer un emplasto y ponerlo sobre las ampollas; lo más curioso es que, por más aparatosa y grave que sea la enfermedad de la piel, si no encuentran los helechos en su pueblo, corren a la localidad grande más cercana a conseguirlos, en vez de acudir al servicio de urgencias del lugar.
Los pacientes llevan a cabo los más inverosímiles remedios que les recetan. Una vez, presencié uno bastante absurdo. Consistía en ir a buscar un zorrillo muerto al monte, cocerlo y tomarse el agua, lo que puso al borde de la muerte al paciente.
Bueno, ahora permítanme decirles la gran verdad: no existe el arlomo. Y es por eso que me causó mucha gracia ver en el periódico “La costa”, una noticia que relataba como una regidora de Ayutla casi perdió una extremidad por un piquete de arlomo e incluso pusieron una fotografía de una larva de luciérnaga, ostentándolo como el mismísimo arlomo.
Dra. Iris Villarreal Parra
Dermatóloga (CED. 3626050)
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