A propósito de abordar temas sobre la piel; pienso que, pese a ser el órgano más grande de mi cuerpo, a veces es al que menos le hago caso. No porque no lo cuide o no piense en él, es que siempre está ahí tan desapercibido, siempre está tan presente y tan discreto, cubriendo todo mi cuerpo; que supongo que me pasa inadvertido.
Me resulta impresionante pensar en todas las sensaciones tan diferentes e intensas que puedo llegar a tener cada día a través de mis sentidos: como oler mi café todas las mañanas, o degustar un delicioso platillo cuando me encuentro con hambre; o algo tan cotidiano como escuchar una de mis canciones favoritas.
Pero realmente creo que muchas de las mejores sensaciones de la vida, se disfrutan a través de la piel. Está claro que en casi ninguna ocasión podemos sentir única y exclusivamente una experiencia sólo mediante de un sentido, pues casi siempre son experiencias que entran a nuestro cerebro a través de todo nuestro cuerpo.
Sin embargo, pienso que esa sensación de que tu piel se erice por algún motivo es una de las más deliciosas en la vida; es lo que nos caracteriza como seres sensibles hacia la vida y me parece que es una sensación subestimada. Es como la repercusión de un estímulo que entra por algún sentido, se registra en el cerebro, pero se manifiesta en la piel; en ese cosquilleo que recorre nuestra columna vertebral cuando estamos a punto de recibir un primer beso, de saber un resultado esperado, de ver un espectáculo impactante; que hace que nuestra piel se ponga “chinita”.
Vale la pena disfrutar todos esos momentos excitantes, pequeños y grandes, con toda nuestra mente y nuestro cuerpo. Mi piel, por sí sola, también se emociona por muchas cosas y es algo que encuentro fascinante: se emociona cuando está en contacto con el agua, cuando tiene frío y la cubro, cuando la persona que me gusta me toca, cuando meto mi mano en un costal lleno de semillas, cuando mis pies se hunden en la arena; en fin, existen muchas otras percepciones que a lo largo de mi vida he descubierto y creo todos deberíamos parar a disfrutar.
Tan importante es propiciar esos momentos, en los que la piel se siente consentida, que está comprobado que los bebés y niños que en sus primeros años de vida fueron más acariciados y abrazados, presentan mayor capacidad cognitiva y son más inteligentes. El contacto piel a piel entre padres e hijos, refuerza sus defensas inmunológicas.
Ciertamente no todas las reacciones que se presentan en nuestro organismo, a propósito de una emoción, son placenteras o positivas; también se nos eriza la piel por sentir miedo o por estar ansiosos y aunque son sensaciones muy desagradables, esa clase de reacciones naturales del organismo, son las que nos hacen sentirnos vivos, sentirnos humanos.
Pienso que todas las personas seríamos más felices y disfrutaríamos más de la vida si nos preocupáramos, no sólo por las cosas que consideramos trascendentes, sino que también le otorgáramos especial importancia a las cosas sencillas de la vida. Esas que nos hacen sentir vivos; porque son los momentos que con más frecuencia nos ocurren. Así que disfrutemos de esos pequeños placeres que se nos presentan en la vida cotidiana y nos hacen felices.
Ana Gabriela Castillo Rodríguez