La piel sensible es un tipo de piel que tiende a reaccionar con irritación ante estímulos externos como exposición solar, cambio de clima, aplicación de nuevos productos en la piel (sobre todo en cara) y esto es debido principalmente a la disminución del umbral de la tolerancia de la piel por deterioro de la función de barrera de la piel, lo que lleva a un aumento de la pérdida transepidérmica de agua que causa eritema (enrojecimiento), prurito (picor), sensación de tirantez (o sequedad en la piel) e inflamación.
La manera adecuada de mantener el equilibrio en la piel es mantener una rutina diaria de limpieza y cuidados en la que se incluya hidratación, protección del sol, uso de productos cosméticos y dermatológicos especiales para el tipo de piel (seca, grasa, mixta); además se debe destacar que existen productos que ayudan a aliviar el episodio agudo de molestias en la piel, así como otros que nos ayudarán a mantener la piel sin hiperrectividad.
Aunque la piel sensible es una afección común que se puede diagnosticar con facilidad, es necesario considerar una variedad de trastornos en el diagnóstico diferencial, así como conocer que puede predisponer o ser la primera manifestación clínica de otras patologías, como piel atópica o rosácea, por lo que es necesario acudir con su dermatólogo para realizar una valoración y que otorgue el tratamiento médico pertinente.