El proceso de cicatrización es un requisito para mantenernos con vida, nos permite reparar heridas y evitar tener grandes pérdidas de sangre o infecciones de lesiones que no sanan.
A grandes rasgos las cicatrices se dividen en atróficas, eutróficas, hipertróficas y queloides, nos referimos a estas últimas, cuando los bordes de la cicatriz sobrepasan la herida inicial, es decir, la piel repara en exceso.
Esto es debido a una producción aumentada de factores de crecimiento, los cuales en lugar de detenerse en algún punto del proceso de cicatrización, continúan liberándose y con esto condicionando desarrollo continuo de tejido fibroso y vasos sanguíneos.
Es sumamente común en personas de piel oscura, pero también lo presentan frecuentemente hispanos y latinos. Además de los factores genéticos, influyen en edad menor de 30 años y embarazo.
Aunque pudieran desarrollarse en cualquier parte de la piel, las zonas más susceptibles a desarrollar queloides son las orejas, borde de mandíbula y tercio superior del tronco.
Además suelen ser de color rosa, rojo o morado, con vasos sanguíneos en la superficie, cerca de la mitad de los pacientes presentará dolor y hasta el 75% comezón en la zona afectada.
El tratamiento es un reto y vale la pena mencionar en caso de intentar retirarlo con cirugía, que el 100% de los casos recurrirá al poco tiempo. Es por eso que los tratamientos principales no son quirúrgicos.
Dentro del abanico de opciones terapéuticas, las principales alternativas son la inyección de sustancias directamente a la cicatriz y el láser.
El uso de tratamiento intralesional (inyección dentro de la cicatriz), utiliza dosis individuales de medicamentos especiales , en dosis mensuales, con lo que se pueden lograr mejorías en el 50% y el 100% de los casos gracias al efecto sobre el tejido fibroso excesivo de la cicatriz.
El láser se realiza con un equipo altamente sofisticado, que emite una luz específica, que se encarga de incidir directamente sobre los vasos sanguíneos, con lo que se logra detener el proceso anormal y favorecer el inicio de una cicatrización adecuada.
Existen otros tratamientos como los parches, aplicación de nitrógeno líquido, inmunomoduladores o radioterapia que se reservan para casos especiales.
Debido a que una persona con un queloide tiene mayor riesgo que la población general a desarrollar una segunda lesión, se sugiere evitar piercings, tatuajes o procedimientos invasivos innecesarios, principalmente en las zonas de mayor riesgo.