La inmunoterapia, bioterapia, terapia biológica, terapia modificadora de la respuesta biológica o terapia MRB, en medicina, se refiere al conjunto de estrategias de tratamiento para estimular o reponer el sistema inmunitario frente al cáncer, infecciones u otras enfermedades, así como para aminorar los efectos secundarios de tratamientos muy agresivos usados contra el cáncer. El objetivo puede ser preventivo o terapéutico (curativo o de mantenimiento). Dentro de los tratamientos biológicos se encuentran los anticuerpos monoclonales, las vacunas y los denominados factores de crecimiento.
Estos medicamentos pueden ser de varios tipos. La principal clasificación de los medicamentos biológicos se divide en:
- Proteínas recombinantes: prácticamente idénticas a las producidas por el cuerpo de manera natural, pero generadas a partir de otros organismos vivos.
- Anticuerpos monoclonales o policlonales: anticuerpos similares a los que produce nuestro sistema inmunitario para combatir infecciones virales y bacterianas.
- Proteínas de fusión: proteínas sintetizadas por genes de fusión resultantes de la unión de dos o más genes que originalmente codificaban proteínas separadas.
Es muy común en el ámbito de la medicina asociar este tipo de terapias al tratamiento contra el cáncer. Sin embargo, en dermatología hay dos principales patologías para las que se utilizan: la psoriasis y la dermatitis atópica, ambas de origen inmunológico.
A diferencia de los fármacos convencionales clásicos, cuyo mecanismo de acción no es estrictamente específico para una patología concreta, en la mayoría de los casos, la creación y utilización de los fármacos biológicos lleva implícito un conocimiento profundo de los mecanismos patológicos de las diferentes enfermedades. Estos fármacos se diseñan específicamente para interferir, bloquear o anular algún paso de la vía inmunopatológica de la enfermedad.
Una de las ventajas más importantes de los biológicos es su eficacia; al interferir en un paso del mecanismo patogénico de la enfermedad, ofrecen una exclusividad terapéutica, lo que se traduce en un aumento de la eficacia clínica. Respecto a la seguridad, que es el principal motivo de preocupación en el uso de estos fármacos, es importante señalar que están respaldados por múltiples estudios clínicos. En muchos casos, su empleo en patologías similares permite tener un mejor conocimiento de su perfil de seguridad a largo plazo.
De igual manera, si padeces alguna enfermedad como dermatitis atópica o psoriasis, es recomendable acudir a un dermatólogo certificado para que evalúe si eres candidato para este tipo de tratamiento.